sábado, 18 de abril de 2015

"Integró una biblioteca con volúmenes rosa, tuvo casi todos los discos de Pedro Vargas y algunos de Elvira Ríos;  llegó un momento en que ya poco deseaba y su capricho sólo halló ejercicio en alguna golosina, un perfume nuevo, una sazón de pescado. Pero después Paula quiso tener un hombre que la amara, y aunque vaciló largo tiempo entre recibir en su lecho a cualquiera de sus fieles pretendientes o crear un ser que cumpliera en todo sus románticas visiones de antaño,  comprendió que no había alternativas y que le era forzoso decidirse por lo último.  Un amante de pueblo hubiera preguntado, inquirido hasta descubrir,  más allá de la sonrisa, el poder de la bruja. Y entonces hubiera sido el terror, la persecución,  la locura.
Creó su hombre. Su hombre la amó. Era bello, fino, se llamaba Esteban, jamás quería salir de la casa: así tenía que ser. Ya enteramente aislada de sus semejantes, Paula negó el té a los amigos y éstos presintieron la regencia de un macho en la casa.  Tristes de corazón,  se volvieron al pueblo."





Fragmento de Historias de Gabriel Medrano. Cap II. Bruja. La otra orilla.
Julio Cortázar.

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